viernes, 14 de mayo de 2010

Koan de Mercado

Ella tomó mis tomates, las yucas que escogí para acompañar el sudado, y otros ingredientes que se iban a transformar en un almuerzo de origen básicamente marino. La señora, sentada fuera del puesto que atendía una guapa joven que parecía su hija, si no su nieta, continuó acomodando mis compras en una pequeña bolsa que no parecía capaz de contenerlo todo. No estaba obligada a hacerlo. La sola entrega de la chicha de jora y el ají panca que acababa de comprarles habría bastado para darme por bien atendido. Y mientras apartaba mi mano, que pretendía ayudarla torpemente en la acomodación de los insumos, dijo: “Con paciencia, hijo. Todo se logra con paciencia”. Segundos después, la pequeña bolsa albergaba cómoda y equilibradamente todas las cosas, como si aquellos sólidos adquiriesen la forma del recipiente contenedor. O como si el recipiente tomase la forma de los contenidos.

No siempre la mente parecerá inconmensurable. A veces es suficiente que sea flexible.